En América Latina, la perspectiva "Una salud" surge como necesaria contra los virus causados por los artrópodos.
Para los expertos, la pandemia por COVID-19 explicitó la necesidad de otros abordajes en materia de salud pública. El virus SARS-CoV-2 irrumpió entre aquellos que consideran a la salud humana como el resultado de interacciones dinámicas con otras especies y el medio ambiente. La perspectiva “Una salud” lleva tiempo bregando por una mayor injerencia de esta visión en el diseño de políticas sanitarias. Ha sido propuesta para ayudar a contener la presente emergencia y prevenir futuras pandemias. Además, son tratados otros problemas globales, tales como la resistencia bacteriana, las enfermedades crónicas o los trastornos en la salud mental.
En Latinoamérica, preocupa sobremanera la expansión geográfica que han tenido en el último tiempo enfermedades tales como el dengue, el zika y la chikungunya. El fenómeno se explica mejor si se tienen en cuenta algunos determinantes ambientales y socioeconómicos que desde hace décadas operan en la región.
Las enfermedades producidas por arbovirus y transmitidas por mosquitos son peligrosas para la salud de las personas en América. Algunas de larga data, como el dengue, marcan récords de alcanzados por ellas. Según la Organización Panamericana de la Salud, en 2019 los infectados fueron alrededor de 3 millones. Cifra que supera en más de un 13% a los números registrados durante 2015.
Por si fuera poco, desde 2013 existe circulación autóctona del virus chikungunya en la región. Es responsable de alrededor de un millón de casos anuales. En tanto que el zika, de la mano de severas complicaciones neurológicas observadas en recién nacidos, generó también alerta durante 2016 y motivó recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud.
Dado el panorama, Rachel Lowe -investigadora de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres– consideró necesarias ciertas acciones urgentes en un reciente análisis publicado en la revista British Medical Journal.
Si bien dejó en claro que tanto virus como mosquitos no entienden de fronteras geográficas, puso especial atención en la Amazonia. Un territorio de más de 7.000.000 de km² repartidos en nueve países de América del Sur. Aloja al bosque tropical mas extenso del mundo y se destaca por constituir uno de los ecosistemas con mayor biodiversidad del planeta.
Constituye, además, uno de los reservorios mas ricos en arbovirus, con más de 180 tipos diferentes identificados. Estos virus realizan allí ciclos selváticos, en donde diferentes especies de insectos actúan como vectores y algunos vertebrados silvestres ofician de huéspedes.
El bioma ha sufrido intensas modificaciones antrópicas en el último tiempo. Algunas imágenes satelitales han podido determinar niveles de deforestación importantes y cambios en el uso de la tierra. Se han intensificado las prácticas agrícolas, la cría de ganado, la minería y la urbanización. Algunos fenómenos climáticos, como el Niño, la Niña o el calentamiento global, han actuado de manera sinérgica.
Durante la últimas dos décadas, la Amazonia ha experimentado un incremento en el número de eventos climáticos extremos tales como inundaciones o sequías. La sequía predispone a la aparición de incendios y desencadena una mayor deforestación. La pérdida de arboles altera el ciclo hidrológico de la zona e influye en el clima regional y global.
Según algunas proyecciones, lamentablemente, para 2060-2080 se esperan allí incrementos de temperatura de 1°C a 2 °C por encima de la media del planeta.
Algunos factores climáticos como la temperatura y el volumen de las precipitaciones influyen de manera marcada en la transmisión de arbovirus. La temperatura ambiental actúa directamente sobre la reproducción y sobrevida de los mosquitos vectores. Documentado hasta los 34°C, existe un incremento en el riesgo de propagación a medida que asciende. En sitios cálidos y con poca amplitud térmica, como el Amazonas, la temperatura modela el tamaño y la duración de los brotes epidémicos. Las lluvias copiosas generan un incremento de sitios óptimos para la cría del mosquito. Aunque las condiciones de mayor sequedad, desencadenadas por el fenómeno el Niño, también se han visto involucradas en una mayor diseminación.
La convergencia entre humanos, mosquitos y animales silvestres no es otra cosa que un cóctel explosivo que alarma. Pero la preocupación se vuelve aún mayor si se suman algunos determinantes socioeconómicos de las poblaciones. La mayoría de los nuevos asentamientos en la Amazonia no presentan condiciones básicas de infraestructura, tales como agua corriente y un manejo adecuado de desechos. Los períodos de sequía descriptos pueden desencadenar dificultades para adquirir agua para consumo. Generan la necesidad de acumular dicho elemento (vital) en improvisados recipientes. De ese modo, la población en esos hábitats ve incrementada la probabilidad de encontrarse con mosquitos vectores de arbovirus.
Para Lowe, la única manera de reducir la transmisión de estas infecciones es a través de lo que se ha dado en conocer como “Una salud“. Considera necesario un abordaje holístico, multisectorial, que jerarquice a la salud animal, ambiental y los factores socioeconómicos en el rol de condicionantes de la salud humana.
En definitiva, pide un cambio de paradigma que permita entender mejor, anticipar y manejar futuros brotes epidémicos o pandémicos. Concepto merecedor de atención, sobre todo tras lo vivido por la COVID-19.
CONICET.
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